Cuando uno escucha “reentrada de una nave espacial”, es inevitable imaginar una escena cargada de dramatismo: una nave atravesando la atmósfera terrestre envuelta en llamas, mientras abajo la humanidad espera expectante el regreso de sus astronautas.

Pero lo que volvió recientemente a la Tierra no fue una cápsula tripulada ni una misión de rescate. Fue un objeto olvidado, una reliquia de la era soviética, una cápsula que durante décadas vagó por la órbita terrestre sin propósito ni destino.

Estamos hablando de Kosmos 482 , una sonda espacial lanzada en 1972 por la extinta Unión Soviética que, después de más de medio siglo girando alrededor de nuestro planeta, finalmente cayó a la Tierra hoy 10 de mayo de 2025.

Lo hizo sin causar daños, en medio del océano Índico, y sin grandes fanfarrias… pero su caída no pasó desapercibida para la comunidad científica y para quienes seguimos la historia de la exploración espacial.

Hoy, a propósito de este evento, también quiero platicar con ustedes de un tema mucho más grande que una sola cápsula: la basura espacial . Esa acumulación de escombros que flota sobre nuestras cabezas y que, como veremos, representa uno de los desafíos más urgentes y complejos del presente y del futuro de la humanidad en el espacio.